Soledad no es pasar un día encerrada en tu habitación, viendo películas, leyendo, abstraída del mundo. Eso no es la soledad. Soledad es sentir un vacío interior, como si tú misma te hubieses abandonado también. Soledad es llorar por las noches, sufrir por el día y fingir que todo va bien frente a otras personas, personas que están ahí pero a la vez no lo están. Soledad es observar cómo los demás son felices e intentar contribuir con eso a tu propia felicidad. Soledad es alejarte y ver cómo nadie te echa de menos. Soledad es no tener a nadie a quien contarle tus penas, tus alegrías, o simples tonterías que quieras compartir con alguien en el momento. Soledad es mirar por la ventana una tarde de septiembre y empezar a replantearte muchas cosas, cosas que la gente que tiene a alguien no se replantea. Soledad es un escudo que se adhiere a tu espalda y que te traspasa inseguridades. Soledad también es disfrutar del silencio y moldearle a tu gusto. Soledad es disfrutar de las cosas mundanas, cosas que sólo las personas solitarias por naturaleza saben apreciar: una mirada, una risa, o un simple gesto. Soledad muchas veces es alegría, pero también es dolor. Es reconfortante, pero también es constante.
Soledad es melancolía.