-Aquella tarde, bajo el majestuoso castaño,
reinaba el silencio. Poco a poco entraba una ligera
brisa de verano que hacía bailar las
dentadas hojas del fagáceo.
Perdía mi
mirada en el paisaje que
nos rodeaba.
Tú me devolviste
una mirada de complicidad.
No podía apartar mis ojos
de tí.
No te podía apartar de mi mente
en aquella tarde primaveral.
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