Hoy conocí a una niña. Se llamaba Clara, o al menos eso fue lo que me dijo. Me llamó la atención su infinita paz en la cara, su pelo ondulado y perfecto, la madurez que irradiaba a pesar de sus escasos años de vida. Me acerqué, y en cuanto estuve a escasos centímetros de ella, me reconoció y me llamó por mi nombre, a pesar de que yo no se lo había dicho ni ella me lo había preguntado. Estuvimos hablando, y sin ningún remordimiento me contó la historia de su vida. Estaba sola, extrañaba a su familia y no sabía lo que significaba la palabra "amigos". Intenté entablar una conversación normal con ella, pero ella siempre terminaba las frases con la misma frase: "espero verla pronto". Y el tema de la conversación volvía a ser el mismo: la infinita tristeza que se alojaba en sus ojos salió a relucir al exterior, y gruesas y saladas lágrimas rompieron la perfección de su rostro. Intenté consolarla, pero cada vez lloraba más y más. Sus compañeras ya me habían advertido que era bastante triste y solitaria, pero pensé que le haría bien un poco de compañía. Y desde luego no me equivoqué.
Después de pasar unas horas con ella, me resultó imposible irme. Cada vez que hacía el amago de levantarme, ella me agarraba con fuerza el brazo y me suplicaba que no la dejara sola otra vez. Y así, hablando, pasaron otras cuantas horas. Hasta que ya no pude aguantar más estar al lado de esa enigmática niña y me levanté. Ella me rogó que no lo hiciera, pero la prometí que volvería a la mañana siguiente. Y entonces sus rasgos dejaron de ser perfectos y se convirtieron en monstruosos y escabrosos. Sus perfectos ojitos color azul se convirtieron en dos rajas con unas pupilas rajadas, como si fuera un gato furioso que saltaría en cualquier momento. Su mandíbula adoptó una forma semejante a la de los lobos, y sus dientes se afilaron y contrajeron hasta ser unas frías láminas asesinas.
Sus compañeras lograron sujetarla para que no saltara encima mía, y yo conseguí largarme de ese calvario, no sin antes lanzar una mirada rápida a la que en su momento era una niña dulce y solitaria. Ahora era una bestia compulsiva sin ningún tipo de compasión. Aquella breve mirada fue la que duró en mi memoria por el resto de mis días.
Ya nunca volví a verla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario