15.2.12

Y cerrar los ojos e imaginar que el mundo es más bonito de lo que en realidad es. Tumbarse sobre la arena, mientras las olas se esconden entre las rocas de esta playa. Escuchar a los niños jugar alegremente, mientras el hombre de los helados reparte bolitas de vainilla y chocolate a diestro y siniestro. Dejar que el suave silbido del viento apacigue las mentes de todas las almas libres que ahora mismo están tan tranquilas como yo. Oler este aroma característico a arena, a paraíso, a tranquilidad. Ser feliz hasta que esto acabe...

Y ya te digo que se acaba. Quiero decir... a ver, si os dijera que no estoy en la playa, y que esa imagen se ha formado sólo en mi cabeza, me entenderíais, ¿no? Bueno, ya sabéis, mi imaginación está muy desarrollada. En el buen sentido de la palabra, eh. Y juro que por un momento hasta he sentido que se me estaba quemando la espalda y que la arena se me metía en los ojos. Os lo digo en serio. Pero, al fin y al cabo, puedo decir que he ido a la playa. Da igual cómo, pero he ido. Y eso es lo bonito.

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